Introducción

            Desde el comienzo de la transición,  los partidos políticos han jugado un papel primordial en la vida política española y han sido uno de los actores principales en la construcción y consolidación de la actual democracia. En su función de agregación de intereses, han canalizado las principales fracturas de la sociedad: conflicto de clase –o conflicto socioeconómico- y el conflicto centro/periferia; ello explica tanto la existencia de partidos en el continuum izquierda/derecha como la existencia de partidos nacionalistas y regionalistas, singulares de los distintos territorios.

La forma específica en que los partidos políticos españoles han coexistido y coexisten, en interacción con la sociedad y en la arena política, ha dado lugar a un sistema de partidos que puede calificarse de multipartidismo moderado, si bien este sistema ha sido relativamente inestable en cuanto a los partidos integrantes del mismo y aún no puede darse por consolidado. Cuestión que adquiere especial importancia al relacionarlo con la mayor presencia de los partidos políticos de ámbito autonómico en el Parlamento nacional, incremento que aún no parece estabilizado.

La especificidad y singularidad, según territorios, de los partidos nacionalistas y regionalistas con representación en los Parlamentos autonómicos obliga al estudio de subsistemas de partidos autonómicos. Por lo tanto, en España tenemos, un sistema de partidos de ámbito nacional y varios subsistemas de partidos, algunos de ellos relevantes porque no reproducen el modelo nacional.

  Definición

            Según la ya clásica obra de M. Duverger, Los Partidos Políticos: «Salvo en los Estados con partido único, varios partidos coexisten en un mismo país: Las formas y las modalidades de esta coexistencia definen el “sistema de partidos” del país considerado». Por lo tanto, dos elementos nucleares como punto de partida: 1. La existencia de varios partidos y 2. Las pautas de interacción entre ellos. Teniendo en cuenta que para Duverger el sistema de partidos es el resultado de un conjunto de elementos, como los distintos conflictos sociales, los antecedentes históricos, las tradiciones y, muy especialmente, el sistema electoral del país estudiado.

            De otra parte, pero complementario con la anterior definición, el enfoque sistémico en el estudio de los sistemas de partidos, pone el acento, como nos dicen R. Cotarelo y F.J. Bobillo,  en «las corrientes de interacción que se producen entre los diferentes partidos existentes, la sociedad en donde éstos actúan y el sistema político del que forman parte».

Elementos de análisis  

            Los factores más habituales que se analizan para caracterizar a un sistema de partidos son: 1. La dicotomía izquierda/derecha; 2. La dimensión o el tamaño de los partidos; 3; Las posibles alianzas, pactos y compromisos que los partidos establecen entre ellos; 4. La relación entre los partidos y la sociedad; 5. Las distintas actitudes de los partidos respecto al sistema político, dada la posible existencia de partidos antisistema; 6. La relación entre sistema de partidos y sistema electoral; y 7. El número de partidos existentes.

            El último factor, el numérico, es el criterio empleado por G. Sartori para elaborar una clasificación basada en el número de partidos. Esta variable indica, aunque sólo sea de modo aproximado, la medida en que el poder político está fragmentado o no fragmentado, disperso o concentrado. Y al saber cuántos partidos existen, nos orientamos sobre las posibles «corrientes de interacción» que intervienen. Pero como no se pueden contar todos los partidos, pues se trata de analizar las fuerzas políticas más relevantes, Sartori establece unas normas para medir la importancia de los partidos, basadas en los siguientes criterios:

v     La fuerza electoral de un partido: número de votos que obtiene.

v     La fuerza parlamentaria: número de escaños que consigue.

v     El potencial de gobierno: posibilidad de formar gobierno o entrar en coalición en él.

v     Las posibilidades de chantaje: capacidad y potencial de un partido para alterar las tácticas de otros partidos.

La clasificación de sistemas de partidos que resulta, conforme al criterio numérico, es la siguiente:

Clases                                              Algunos Ejemplos           España

1.      De partido único.                         URSS                               Franquismo

2.      De partido hegemónico.               México

3.      De partido predominante.             Japón                                1982-1993

4.      Bipartidista.                                  Estados Unidos                 Restauración

5.      De pluralismo limitado.                 Alemania                            1993-2000

6.      De pluralismo extremo.                 Italia                                   II República

7.      De atomización.                            Malasia

A la clasificación según el criterio numérico, Sartori añade el criterio de la ideología (en el continuum izquierda/derecha). Se trata de conocer el grado de fragmentación del sistema de partidos, si hay segmentación o polarización, esto es: distancia ideológica entre los partidos, cuestión que el criterio numérico no puede detectar. Construye así una tipología para las clases (5 y 6) de pluralismo limitado y pluralismo extremo. Si los grupos políticos están fragmentados pero no polarizados, éstos pertenecen al tipo de «pluralismo (ideológicamente) moderado» y si están fragmentados y polarizados pertenecen al tipo de «pluralismo (ideológicamente) polarizado».

A la luz de estos  análisis, algunos autores calificaron al sistema de partidos español bien de «bipartidismo imperfecto», bien de «pluralismo limitado», o bien de «partido predominante» para el período 1982-1993, dado que había un partido principal apoyado constantemente por una mayoría de escaños. Estas caracterizaciones y otras más, indican la dificultad para clasificar un sistema de partidos con, todavía, poco tiempo de rodaje y cierta inestabilidad.

Otro instrumento útil, que ayuda a determinar un sistema de partidos, es el análisis de los conflictos, fracturas o «cleavages» de la sociedad, puesto que los partidos agregan intereses, dan respuestas a los principales conflictos sociales y las transmiten al resto del sistema político.

            S.M. Lipset y S. Rokkan establecen cuatro líneas de conflicto principales: 1. El conflicto entre «la cultura central que construye la nación» y las «poblaciones sometidas» de las provincias y las periferias, étnica, lingüística o religiosamente diferenciadas (o conflicto centro/periferia); 2. El conflicto entre el Estado-nación centralizante y los privilegios corporativos de la Iglesia; 3. El conflicto entre los intereses terratenientes y los empresarios industriales (o conflicto rural/urbano); y 4. El conflicto entre propietarios y patronos frente a trabajadores (o conflicto de clase).

            En España los conflictos más decisivos han acabado siendo el conflicto de clase y el conflicto centro/periferia, ambos representados en los partidos españoles. Sin embargo durante la transición también estuvieron presentes el conflicto Iglesia/Estado y el conflicto poder civil/poder militar (más propio del siglo XIX), aunque remitieron en los primeros años de la democracia y no dieron lugar a partidos específicos.

            Entre estos conflictos sociales o «líneas de división críticas» (en expresión de Lipset y Rokkan) el de centro/periferia es precisamente el que no permite hablar de un solo sistema de partidos en España. Las diferentes realidades políticas autonómicas, marcadas por partidos nacionalistas y por partidos regionales requieren un estudio diferenciado de, al menos, dos subsistemas de partidos autonómicos que son relevantes.

Sistema de partidos español: etapas

            El punto de partida es la democracia que nace con la Constitución de 1978. Dejamos por ello aparte el sistema de partidos de la II República, que constituye un período del sistema con rasgos diferenciados del actual. Así, nuestro sistema de partidos tiene su origen en las primeras Elecciones Generales de la democracia (15-6-1977) y una vez configurado el Parlamento con las fuerzas políticas que obtuvieron representación parlamentaria. En los más de veinte años de democracia transcurridos, es posible distinguir tres etapas:

1ª etapa: las dos primeras elecciones

            Manuel Ramirez lo delimita llamándolo «quinquenio ucedista». Abarca las elecciones de 1977 y de 1979, hasta el final de la legislatura en 1982. Su rasgo más destacado es el apoyo de la mayoría del electorado a las opciones políticas de centro. Los resultados electorales dan el triunfo a la UCD y el primer partido de la oposición es el PSOE. A gran distancia de estas dos fuerzas políticas se sitúan el PCE y AP. Es entonces cuando se cataloga al sistema de partidos de bipartidismo imperfecto (Cotarelo y Bobillo). Para otros autores (Gunther y Sani) es un sistema de cuatro partidos moderadamente fragmentado o bien un multipartidismo moderado (Martínez Sospedra).

            Tras las elecciones de 1979 la situación no fue muy diferente, sin embargo hay un nuevo rasgo relevante al que presta atención P. Román: «el auge de apoyo popular a opciones nacionalistas, que empiezan a sugerir un fraccionamiento mayor en el subsistema de partidos del país vasco».

2ª etapa: elecciones de 1982, 1986 y 1989

            Comprende las elecciones de 1982, 1986 y 1989, hasta la pérdida de la mayoría absoluta del PSOE en las elecciones de 1993. La crisis de la UCD y su dispersión producen un nuevo reparto de votos, que ahora se concentran en el PSOE y en AP, la tercera fuerza en el  nivel nacional es el PCE a gran distancia de las otras dos. En esta etapa es posible calificar al sistema, de partido predominante, según la clasificación de Sartori, dado que el partido en el gobierno cuenta con el apoyo garantizado de una mayoría parlamentaria suficiente. Sin embargo, como ya se señaló entonces, el sistema de partidos no había alcanzado su configuración definitiva. Cotarelo y Bobillo así lo explican en 1991:

«La preferencia del electorado por el centro del espectro político y la ocupación de este espacio por el PSOE, sin abandonar el que le es propio por tradición, imagen pública y autoconsideración de sus votantes, fuerza al resto de los partidos a definirse de un modo equívoco que no puede considerarse como perdurable.

La caracterización del sistema, dentro de alguno de los tipos más conocidos, resulta, por ello mismo, altamente problemática y arriesgada».

            En esta etapa la derecha no ha conseguido estabilizarse e inicia un período de crisis en 1986 que se resuelve con la refundación de AP/PP y la recomposición de este partido por Aznar desde 1989. La izquierda acusa también desajustes con su discurso político, de modo que el PCE busca su recuperación desde 1986 a través de IU y el PSOE no encuentra el modo de disolver el enfrentamiento con la UGT. Por su parte el centro, hegemónico durante la transición, está en franco retroceso.

            Simultáneamente la vida política de las Comunidades Autónomas adquiere relevancia nacional. El mapa autonómico había empezado a construirse desde las primeras elecciones a los parlamentos autonómicos: vasco y catalán en 1980, gallego en 1981, andaluz en 1982, y finalmente, el año 1983 registra un momento clave, pues se producen las primeras elecciones a los parlamentos de las otras trece Comunidades Autónomas. Desde ese momento el partido mayoritario en el gobierno (PSOE) llevará a cabo la construcción de la administración autonómica y el traspaso de competencias por medio de negociaciones y acuerdos con los partidos mayoritarios de las autonomías, que en algunos casos también tenían representación en el parlamento nacional (CiU,  PNV, ERC, HB).

 Así pues, desde los comienzos de la democracia española la vida política de los partidos de ámbito nacional se entrelaza con la de los partidos autonómicos, incluso en esta etapa del sistema de partidos, calificada de partido predominante.

3ª etapa: elecciones de 1993 y 1996

            Se han acabado las mayorías absolutas y se inicia una nueva etapa en que el partido mayoritario no cuenta con suficiente mayoría parlamentaria, lo que conduce a la inauguración de un nuevo instrumento político constituido por acuerdos puntuales y pactos de legislatura.

 Durante la V legislatura el pacto de «gobernabilidad», basado en acuerdos puntuales, se establece entre el PSOE, que tiene una mayoría relativa, y CiU. Durante la VI legislatura, tras las elecciones de 1996 que dan como vencedor al PP, éste no obtiene suficiente mayoría parlamentaria y llega a un pacto de legislatura con CiU, PNV y CC.

            Lo más relevante de esta etapa es la presencia y el protagonismo de los partidos nacionalistas y regionales en la esfera política nacional, especialmente las elites nacionalistas de CiU.

            La valoración del período 1993-1996 nos lleva a caracterizar al sistema de partidos de pluralismo moderado, si bien no se produjeron gobiernos de coalición, como es propio de una configuración de este tipo.

            Tras las elecciones del 12 de marzo de 2000 y el triunfo electoral del PP con mayoría absoluta, cabría hablar del inicio de una nueva etapa del sistema de partidos, caracterizado de nuevo como de partido predominante. Sin embargo, y dado el nuevo reparto de fuerzas en el Parlamento, con tres partidos de ámbito nacional (PP, PSOE, IU) y diez partidos de ámbito autonómico, dos de ellos nuevos respecto a la legislatura anterior (el Partido Andalucista y la Chunta Aragonesista), parece más adecuado caracterizar al sistema de partidos español de multipartismo moderado. El argumento a favor de este criterio está en la importancia, de momento estable, del conflicto centro/periferia. J.M. Colomer nos dice en 1995 que: «el principal elemento que permite hablar de multipartidismo en vez de bipartidismo es la existencia de numerosos partidos regionales. De hecho, el sistema de partidos de las instituciones de ámbito español se entrelaza con diversas variedades en las Comunidades Autónomas».

Subsistemas de partidos autonómicos

            La existencia de distintos subsistemas de partidos se origina en la creación del Estado autonómico y el punto de partida común está en la línea de división crítica en la sociedad entre el centro y la periferia. El Estado de las Autonomías respondió a dos grandes objetivos: dar satisfacción a los nacionalismos vasco y catalán, y rectificar la concepción centralista del Estado, vigente, casi sin interrupción, desde el siglo XVIII.

Los territorios que ya habían gozado de autonomía durante la II República van a generar distintos movimientos nacionalistas, tanto de tipo moderado como radical. En este aspecto, el País Vasco y Cataluña son las Comunidades Autónomas más relevantes, aunque no hay que perder de vista a Galicia y a la Comunidad Foral de Navarra, que presenta un mayor grado de multipartidismo, debido al conflicto nacional. En todo caso, los dos subsitemas de partidos más relevantes son:

            El subsistema de partidos catalán, que puede caracterizarse de multipartidismo moderado. Desde las elecciones de 1980 ha prevalecido el partido representante del nacionalismo moderado (CiU), aunque en 1995 perdió su hegemonía. Tras las elecciones del 17-10-99, el principal partido de la oposición es el PSOE. A estas dos fuerzas políticas le siguen otros dos partidos menores: el PP y ERC y un quinto partido, IC, con muy escasa representación.

            El subsistema de partidos vasco, que se puede catalogar como multipartidismo más extremo, o polarizado. Desde las elecciones de 1980 ha gobernado el PNV, aunque en ocasiones en coalición. Tras las elecciones del 25-10-98, el PNV ha necesitado del apoyo parlamentario de otros partidos y el PP se ha convertido en la principal fuerza de oposición. El PSE-PSOE ocupa el tercer lugar, con igual número de escaños que EH, e IU-EB pierde cada vez más representación. Además cuentan con representación parlamentaria EA y UA.

            El resto de los subsistemas de partidos autonómicos reproduce el modelo del sistema de partidos nacional, teniendo en cuenta que en once Comunidades Autónomas, los dos partidos mayores (PP y PSOE) consiguen sumar más del 80% de los votos.

  Referencias Bibliográficas

COLOMER, J.M. (1995): La política en Europa, Barcelona, Ariel.

COTARELO, R. Y BOBILLO, F.J. (1991): «El Sistema de Partidos», en J. Vidal-Beneyto (ed.), España a debate. I. La política, Madrid, Tecnos, pp. 15-26.

DUVERGER, M. (1957): Los partidos políticos, México, FCE.

LINZ, J.J. y MONTERO, J.R. (1999): «The party systems of Spain: old cleavages and new challenges», Cuadernos de trabajo, núm. 138.

LIPSET, S.M. y ROKKAN, S. (1992): «Estructuras de división, sistemas de partidos y alineamientos electorales», en VV.AA, Diez textos básicos de ciencia política, Barcelona, Ariel, pp. 231-273.

ROMÁN, P. (coord.) (1995): Sistema Político Español, Madrid, McGraw-Hill.

SARTORI, G. (1980): Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza.

TUSELL, J., LAMO DE ESPINOSA, E. y PARDO, R. (eds.) (1996): Entre dos siglos. Reflexiones sobre la democracia española, Madrid, Alianza.