La
complejidad de un proceso de cambio político de este calado hace imposible
hablar de un solo elemento desencadenante. Con el objeto de organizar la
presentación de los elementos que desataron el cambio de régimen en nuestro país,
vamos a diferenciar entre factores desencadenantes exógenos y endógenos. Es
importante aclarar que esta diferenciación es de carácter analítico, lo cual
no rechaza la posible interconexión de ambos planos.
Entre los elementos procedentes de más allá de las fronteras
nacionales, podemos destacar la situación internacional de
virtual aislamiento
en la que había desembocado España en estos años. La proliferación de
transiciones políticas en el sur de Europa, así como su éxito, y la firme
promoción de los valores y principios democráticos por parte de las más
influyentes instituciones de carácter internacional y supranacional, como la
Organización de Naciones Unidas –ONU- y la actual Unión Europea –UE-,
crearon un panorama internacional en el que los regímenes autoritarios en
general, y el régimen franquista en concreto, se veían condenados a posiciones
de aislamiento y exclusión, tanto político como económico.
Los elementos desencadenantes endógenos son algo más complejos y de
carácter múltiple. Sin duda, el principal factor que detonó el colapso del régimen
autoritario fue precisamente la muerte del General Francisco Franco. Por razones
obvias, este acontecimiento es señalado por los principales expertos como el
hecho clave en el proceso. Además, atendiendo al modelo teórico de referencia
escogido, es el elemento desencadenante esencial de la crisis constituyendo, por
consiguiente, la primera fase del cambio. Sin embargo, en nuestra opinión no
deben olvidarse otras situaciones que contribuyeron a crear el contexto propicio
para asegurar el triunfo de la democracia. En este sentido, cabe destacar dos
transformaciones, la falta de imbricación entre la dimensión política y la
socio-económica, y la retirada del apoyo incondicional de aquellos sectores que
habían sustentado al dictador durante décadas. Ambos elementos concurrieron en
la crisis de legitimidad y autoridad que arrastró el régimen por estos años.
Por un lado, la modernización social que experimentó España en los años
precedentes a la década de los setenta, no fue acompañada de una renovación
de carácter político. El desajuste entre las nuevas exigencias y necesidades
de una sociedad española en pleno proceso de transformación, y las obsoletas
estructuras políticas franquistas, era
manifiesto.
Por otro lado, las diferentes esferas “profesionales” que
tradicionalmente habían respaldado y sostenido el régimen dictatorial con
mayor o menor intensidad, como la Iglesia y el Ejército, asimilaban la sinrazón
de continuar perpetuando con su apoyo un régimen decrépito e incapaz.
La
aparición de sectores a favor de la apertura en el seno de estos grupos fue
determinante en este sentido.
En definitiva, se puede decir que en los últimos años del régimen
confluyeron varios aspectos que nutrieron la crisis del sistema en su totalidad.
Por un lado, diferentes inercias del pasado, cada vez más presentes. Por otro,
los distintos tipos de intereses económicos y sociales no conjugados, como
asimismo, los distintos niveles de implicación política en el sistema. Así
pues, todos estos factores dieron lugar a un conjunto bastante amplio de
desajustes de muy diversa índole, que incidió de forma directa en el colapso
del franquismo como régimen.
Retomando el esquema teórico adoptado, el segundo de los elementos, el
vinculado a la transformación de la legitimidad y la legalidad, estaría
relacionado con la restauración de la monarquía. El tercero, el cambio
del personal político y sus símbolos, se identificaría con el
desmantelamiento del Movimiento y los sindicatos. La siguiente fase, el primero
de los consensos sobre el pasado, vendría con la amnistía.