Impresión de destierro

 

Fue la pasada primavera,

Hace ahora casi un año,

En un salón del viejo Temple, en Londres,

Con viejos muebles. Las ventanas daban,

Tras edificios viejos, a lo lejos,

Entre la hierba del gris relámpago del río.

Todo era gris y estaba fatigado

Igual que el iris de una perla enferma.

 

Eran señores viejos, viejas damas,

En los sombreros plumas polvorientas;

Un susurro de voces allá por los rincones,

Junto a mesas con tulipanes amarillos,

Retratos de familias y teteras vacías.

La sombra que caía

Con un olor a gato,

Despertaba ruidos en cocinas.

 

Un hombre silencioso estaba

Cerca de mí. Veía

La sombra de su largo perfil algunas veces

Asomarse abstraído al borde de la taza,

Con la misma fatiga

Del muerto que volviera

Desde la tumba a una fiesta mundana.

 

En los labios de alguno,

Allá por los rincones

Donde los viejos juntos susurraban,

Densa como una lágrima cayendo,

Brotó de pronto una palabra: España.

Un cansancio sin nombre

Rodaba en mi cabeza.

Encendieron las luces. Nos marchamos.

 

Tras largas escaleras casi a oscuras

Me hallé luego en la calle,

Y a mi lado, al volverme,

Vi otra vez a aquel hombre silencioso,

Que habló indistinto algo

Con acento extranjero,

Un acento de niño en voz envejecida.

 

Andando me seguía

Como si fuera solo bajo un peso invisible,

Arrastrando la losa de su tumba;

Mas luego se detuvo.

<<¿España?>>, dijo.<<Un nombre.

España ha muerto.>> Había

Una súbita esquina en la calleja.

Le vi borrarse entre la sombra húmeda.

 

 

Luis Cernuda ( Sevilla 1902/1963)

Mitos de poesía

Mondadori, Madrid, 1998.